Algo de lo que podemos estar seguros durante nuestra estancia en un centro escolar es tener ocasión de presenciar algún conflicto, ya sea alumno-alumno o alumno-docente. Nos resultaría raro e incluso podríamos llegar a echar de menos algún que otro "rifirrafe" dentro del centro. es trata de algo natural y característico en cualquier convivencia entre varias personas dentro de un mismo espacio, ya que ni todos somos igual ni pensamos igual.
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Pero en mi caso, como comenté en entradas anteriores, se trata del centro de mi infancia, por lo que tengo la oportunidad de poder hacer una comparación entre mi experiencia como alumna en el pasado y la actual. Una de las cosas de las que me he dado cuenta es de que los infantes de ahora son mucho más agresivos y existen muchos más conflictos diarios que en mi época, no se si será porque fui una niña que no se solía meter en problemas o porque vivía en mi mundo y no me daba cuenta de lo que pasaba a mi alrededor, pero mi percepción es esa. Además, una de mis antiguas maestras ha coincidido conmigo ha alegado que mi generación era mucho más tranquila que esta y que ella piensa que puede deberse a la influencia que los videojuegos pueden tener en lo niños y que no "fogan" lo suficiente. Por lo que mi hipótesis no se alejaba de la realidad.
Como señala E.A. Santana (2018) "Los conflictos escolares vienen dados por una sociedad cada vez más distanciada, en que los problemas se resuelven desde la confrontación y la violencia, dejando de lado el crecimiento de las relaciones a través de la cooperación para resolver los conflictos" (p.43). En estas semanas he podido apreciar que realmente, como afirma el autor anterior, los alumnas y alumnas no intentan arreglar sus conflictos dentro del colegio desde el respeto y el diálogo sino que van directos a la violencia tanto física como verbal. Se me ocurre dos teorías, o que conocen lo que deben hacer pero para ellos la vía fácil es la violencia o que nadie les ha dado las herramientas necesarias para hacer frente a ese tipo de conflictos.
Pérez y Amador (2011) clasifican las conductas en:
a) Conductas disruptivas. Son comportamientos persistentes realizados por el alumno para boicotear la labor del profesor y de los compañeros, así como generar un mal clima en el aula. Se trata de un conjunto de conductas inapropiadas que tienen como finalidad alterar la vida del aula. Se trata, en suma, de tácticas para tantear a los profesores y saber qué camino han de seguir.b) Conductas indisciplinadas. Este tipo de conducta no es innata, sino que se va aprendiendo a través de la experiencia. Hace referencia al desacato al reglamento del centro. Quien las realiza, no tiene la intención de molestar. Son conductas aprendidas previamente a través de la socialización.
c) Desinterés académico. Es un rechazo al aprendizaje escolar, que se manifiesta a través de diversas conductas como: llegar tarde a clase, no traer los deberes de casa, no prestar atención a las explicaciones del profesor, terminar antes de tiempo, etc. Este tipo de conducta no molesta a los compañeros, pero perturba al profesor. Existe una estrecha relación entre el desinterés académico y las conductas indisciplinadas y disruptivas. En este tipo de desinterés inciden diferentes aspectos sociales, familiares y escolares.
d) Conductas antisociales. Atentan contra la integridad física o psíquica de los demás. Normalmente, este tipo de sujetos suelen proceder de familias desestructuradas y/o marginadas. Este tipo de conductas se manifiestan tanto en la escuela como fuera de ella. Los sujetos suelen expresar hiperatividad, falta de habilidades sociales, retraso escolar, etc. (p.101-102)
En mi experiencia en el centro he podido presenciar toda esta clasificación de conflictos, pero los que más me llaman la atención son las conductas antisociales que se dan en mi centro, ya que son las que me parecen más fuertes y perjudiciales tanto para el resto de alumnos, en el sentido de cómo pueden afectar tanto física como psíquicamente a su persona, como al docente en el hecho de cómo pude hacer frente a estas.
Igual que cualquier médico hace ante una enfermedad, yo quiero hacer ante estas conductas, es decir, intentar buscar la causa más probable a ellas. En este caso me decantó por el contexto, ya que como comenté en la entrada de contextualización, nos encontramos ante alumnos que en su mayoría provienen de familias de clase media-bajo y, en gran parte, desestructuradas. Hecho que he podido contrastar con la observación en clase y preguntando a mi tutora.
Como afirma Lahoz en su web:
Lo que difiere a unas familias de otras es que unas tienen un ambiente familiar positivo y constructivo que propicia el desarrollo adecuado y feliz del niño, y en cambio otras familias, no viven correctamente las relaciones interpersonales de manera amorosa, lo que provoca que el niño no adquiera de sus padres el mejor modelo de conducta o que tenga carencias afectivas importantes.
Esas carencias afectivas pueden provocar que los niños y niñas actúen de manera agresiva ya sea por llamar la atención o por desahogarse de única forma que saben. Además, para Ponce (2012) los padres y madres:
Serán las primeras personas con las que el niño se identifique, por lo que todas las conductas y reacciones de los padres le estarán dando al niño información que más tarde le ayudará a saber cómo ha de reaccionar ante las cosas que le vayan sucediendo. Esto también le influirá en su posterior relación con los demás.
Esta afirmación nos hace recordar la frase que dice "los hijos son el reflejo de los padres" como podemos ver en el siguiente video:
Y, desde mi punto de vista, no solo los padres y madres son influyentes en su hijos sino también nosotros como docente y personas que pasan con ellos la mitad del día durante cinco días a las semana dentro de los nueve meses de escuela. Por lo que podemos ser tanto buen ejemplo como uno malo.
Después de hablar de una posible causa de ese comportamiento es hora de hablar de las posibles soluciones que se le pueden dar.
Llevándomelo a mi terreno, es decir, a la situación de mi centro de prácticas ha habido dos medidas para intentar hacer frente a estos.
Por un lado, el año pasado los conflictos que se producían durante el horario de recreo se convirtieron en algo fuera de lo normal, había enfrentamientos incluso entre alumnado de curso inferiores con cursos superiores. Por tanto, se opto por una división del patio del recreo, de modo que los más pequeños (primero) no podían pasar al patio de los mayores (tercero, cuarto, quinto y sexto), ni estos al de los pequeños, siendo los de segundo los único que podían moverse por ambos espacios.
Y por otro lado, se pudo en marcha un aula de convivencia para los castigados en la que se debe seguir el siguiente guion de actuación:
Fuente: elaboración propia |
Amador. L.V. y Pérez, V. (2011). Resolución de conflictos en las aulas: una análisis desde la Investigación-Acción. Pedagogía social: revista interuniversitaria, vol (18), pp. 99-114. Recuperado de https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3430407
Lahoz, J.M. (s.f.). La influencia del ambiente familiar. Solo hijos.com. Recuperado de http://www.solohijos.com/web/la-influencia-del-ambiente-familiar-2/
Ponce, B (2012, 12 de julio). ¿Cómo influye la conducta de los padres en los hijos?. El Confidencial. Consultado en https://blogs.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/relacion-padres-e-hijos/2012-07-12/como-influye-la-conducta-de-los-padres-en-los-hijos_588349/
Santana, E.A. (2018). El conflictos en niños y niñas de educación primaria. Intervención psicoeducativa en la desadaptación social, vol (11), pp. 43-54. Recuperado de https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6977379
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